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    Duarte, Twitter y la libertad de expresión

    por AMAURY A. REYES-TORRES

    En otras entregas se señalaron situaciones preocupantes donde las autoridades públicas de República Dominicana incurren o incurrieron en ejemplos flagrantes de violación de la libertad de expresión con sus actuaciones. Este problema no debe olvidarse ya que podríamos perder unos de los pilares democráticos que tanto costó tener después de la dictadura y regímenes autoritarios posteriores. Debemos entender, que no se trata si nos gusta o nos gustan los discursos o actividades expresivas, sino que la libertad de expresión existe por una razón cuando se trata de temas sociopolíticos o artísticos. Actualmente, tenemos un nuevo y peligroso ejemplo una una violación a la libertad de expresión, no solo por la actividad expresiva, también por la discriminación en razón del contenido de la expresión.


    Según el Tribunal Constitucional dominicano, a propósito del Artículo 49 de la Constitución, la libertad de expresión es uno de los derechos más importantes en una democracia, protegido incluso en el contexto de las redes sociales (TC/0437/16; TC/0092/19), tanto de manera oral, escrita, impresa o no, y artísticamente (TC/0075/16; TC/0441/19). El Tribunal Constitucional es excesivamente celoso con las sanciones gravosas, excesivas y desproporcionales que tienden ser una carga a la libertad de expresión (por ej. TC/0076/15). Solo con una protección robusta de la libertad de expresión, sobre todo en su dimensión política, como dice el Tribunal Constitucional, podemos aspirar a sociedades más justas y autocríticas en los asuntos de interés público (TC/0092/19). En el contexto de las redes sociales: “De ahí la importancia de que el uso de la libertad de expresión por estos medios se mantenga libre del temor a represalias innecesarias y desproporcionadas que obstaculicen la construcción de una ciudadanía plena, participativa y consciente.” (TC/0092/19)


    El caso que nos ocupa trata de una persona, alegadamente ubicada en Nueva York, que sobre una de tantas imágenes de Duarte que circulan en la red, adicionó a la misma dos banderas y lo que parecería ser maquillaje. Una bandera del colectivo LGBTQI+ y otra específicamente del colectivo trans. Esto se expandió en las redes con muchas opiniones al respecto; una de las que llama la atención es la apreciación errada que lo que se estaba expresando era a un “Duarte homosexual”, como si existiese tal cosa como “verse” homosexual. En fin, en Twitter, la imagen fue retwitteada o compartida miles de veces, una de esas personas es llamada Fernando Santos; el individuo no publicó ni creó la imagen, sino que – junto a otros – compartió la imagen que ya estaba en la red, especialmente en todo twitter.

    Pero, no a todos les gustó la “obra”, otros se ofendieron y otros simplemente se sintieron indiferentes; ahora, sí algunas personas se tomaron personal el asunto hasta el punto de que se interpuso una denuncia en contra Fernando Santos (identificado en los periódicos). La mayor ironía que fue realizada por el diputado nacional, en nombre del Partido Político Frente Amplio que, como todo partido político, se debe a la protección de la democracia y los derechos que le son indispensables para su funcionamiento; sobre todo un diputado nacional que representa a la totalidad de los electores. A esto se sumó por el igual el Instituto Duartiano. Lo más extraño es que el Ministerio Público diera curso a estas denuncias, teniendo en cuenta los problemas constitucionales, lo cual terminó con una medida de coerción de presentación periódica del denunciado, nuevamente, la persona que no hizo la animación ni la divulgó por primera vez.

    El primer problema reside en el hecho de que se trata de un símbolo que es inminentemente político y las razones sobran. Más que un individuo, es una personalidad política que jugó posiciones importantísimas y determinantes en la gesta de la independencia, así como otras actuaciones de igual envergadura hasta tanto Pedro Santana lo declarara traidor a la patria. Es una imagen que se escapa de sus familiares y amigos más cercanos, se abstrae y es apropiado por todas las personas que se han hecho eco de su historia y de la historia de la República Dominicana. Tanto así que políticos, celebridades, partidos de izquierdas, derechas, ultraderecha, religiosos y demás, más que se hacen actividades relacionadas al individuo. Es imposible que Duarte sea separable de cualquiera narrativa o acto político, Duarte como persona no existe, lo que persevera el Duarte político y la idea de él. De todos los elementos o símbolos políticos existentes, Duarte es uno de los más trascendentales.

    Pero, al ser un símbolo político puede ser utilizado para narrativas políticas u otras narrativas de carácter social conforme al interés de las personas y grupos. No hay un solo Duarte, hay múltiples Duartes. Como el símbolo no vale por sí mismo sino el significado, todo uso de Duarte es político y social cargando una determinada expresión, idea o discurso según quien se lo otorga o según el creador espera que sea interpretado por los oyentes o receptores. De hecho, tanto las entrevistas y el tweet que originó esto se refiere a una marcha pública, lo cual resalta el contenido político de esto.

    Segundo, el otro problema en este caso es que hay una discriminación en cuanto al contenido de la expresión o discurso. El derecho a la libertad de expresión implica responsabilidad por el contenido de los discursos que son excesivos en cuanto al derecho al honor y al buen nombre de personas, siempre después de ocurrido el hecho. Pero, el problema aquí no es ese, el problema es que no les gustó la imagen de Duarte cuando existen múltiples imágenes de Duarte alrededor del país y en la red, pero, de repente esta es la que provoca el revuelo: imágenes con connotaciones; dibujos en forma de anime; dibujos indistintos; impresiones en los textos escolares o un busto en la Plaza de la Bandera que difícilmente se parezca a Duarte.

    No se trata de una regulación tiempo, lugar y forma, sino en razón de su contenido, pero, solo persiguen penalmente a esta imagen de Duarte, pero, no las demás imágenes alteradas o demás; y aunque las hicieran deben primero evaluar cuál es el uso. Esto es lo peligroso de este caso, cada persona como lo hace el partido político objetante está fiscalizando el contenido de una expresión o discurso. Solo porque no les gustó lo que se hizo con la imagen, no es suficiente para excluirlo de protección constitucional, aunque sea de Duarte, lamentablemente: lo ofensivo para unos, es arte para otros.

    Este es uno de los casos donde se unen el derecho a la igualdad con el derecho a la libertad de expresión, la Constitución prohíbe que se traten discursos o expresiones por su contenido de manera distinta a otras expresiones similares. Si existen imágenes de Duarte diferentes o retocadas en pro de un mensaje político, social, satírico o de animación, ¿por qué esta imagen despertó la ofensa de los denunciantes? La respuesta no es la imagen de Duarte en sí, la idea que le molesta al receptor es que aparezcan dos banderas atribuibles al colectivo LGBTQI+, lo cual es extraño: si Duarte es un símbolo de todos los dominicanos, ¿no debería ser un símbolo de los dominicanas y dominicanos de cuya orientación sexual e identidad de género no sea como las de los demás? Aunque la respuesta es fácil, sea cuál sea la respuesta, lo único que importa es que la Constitución no discrimina entre expresiones o discursos, aunque no nos guste.

    Por último, esto deja mucho que desear que a la persona a quien se le trata de imputar el hecho no haya hecho más que continuar con el “retweet” o la difusión. Ni siquiera es el creador de la imagen o de la idea, por lo que ya desde el punto de vista de lo penal, es problemático y el Ministerio Público debería abstenerse de continuar con la investigación por no ser el responsable. Además, nótese que la difusión de la imagen no es una imagen que promueve la guerra, la violencia, la intimidación mediante mensajes de odios, insultos o actos no aptos para la infancia, sino el convencimiento que el creador y los miles de personas que retwittearon o continuaron la divulgación del autor de la obra entiende que expresa una idea política y socialmente relevante que incluso Duarte estaría de acuerdo.

    El derecho a la libertad de expresión protege el derecho a difundir y recibir información u otros tipos de expresiones, no protege los discursos que nos gustan, así no aquellos que nos incomodan, ofenden o sean de mal gusto. La libertad de expresión prohíbe la censura previa, quedando solo la protección contra la difamación o injuria; pero, no protege la apología a la guerra, la violencia, la intimidación mediante mensajes de odios, insultos o actos no aptos para la infancia. Que la imagen no nos guste o nos parece de mal gusto, no deja de ser una actividad expresiva o discursiva, si castigamos esto se abre una puerta para castigar otras expresiones sociopolíticas y artísticas solo porque algún partido político, institución o personas no les gusta.

    La imagen, lejos de ser una imagen con un valor artístico particular, en mi opinión no puedo decir que es la gran obra merecedora de ser un NFT o de exposición. Ahora bien, mis gustos no constituyen los gustos de todos y viceversa, ni los gustos la base de la regulación legal. Vivir en democracia – sobre todo en una republicana – es el ejercicio diario de acomodarnos los unos a los otros y saber dónde podemos llegar, incluso ante expresiones o discursos que nos incomodan o encontramos de mal gusto. Estas denuncias preocupan porque intentan imponer cómo y con qué uno de puede expresar, sobre todo que en el contexto del uso de la imagen se refería a marchar a apoyar a la viceministra Jorge Mera, nuevamente, un aspecto inherentemente sociopolítico.

    Es noble lo que se persigue en proteger el símbolo de Duarte, pero ¿a qué precio? Se compromete negativamente la conciencia de los y las dominicanas al impedírseles expresarse apoyándose en Duarte como uno de los mayores símbolos políticos del país. La expresión o los discursos se combaten con más expresión, pero, una expresión esencialmente sociopolítica de un tema que se debate públicamente, difícilmente sería castigable desde la óptica constitucional, por lo que – en este caso – se está abusando del derecho para dañar no solo a Duarte, también al Estado de derecho. El disgusto o el mal gusto no es base para la prohibición legal, con estas denuncias se intentan “cancelar” la expresión de aquellos que no se expresan como yo quiero.

    Aquello que es igual, no es ventaja

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